jueves, 3 de mayo de 2007

Tomás Moro y Enrique VIII

Una escena de la vida de Tomás Moro que me ha impactado es la que tiene que ver con sus opiniones acerca del matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena. Es una muestra de la fortaleza de los principios y de lo imporatnte que es la firmeza.

Enrique VIII, el Rey de Inglaterra, tuvo muchas esposas y una de ellas le cambió la vida. Ella era Ana Bolena de quien quedó perdidamente enamorada, cuando todavía estaba casado con una de sus esposas. Ana Bolena no accedió a ninguna de sus propuestas y esas negativas seguramente aumantaban la atracción del Rey por ella.

Ana Bolena le dijo que hasta que no se separara de su actual esposa, no accedería a ninguna de sus peticiones. El Rey pidió al Vaticano que le anulara su matrimonio y lo que recibió fue una contundente negativa. Esa negativa significó uno más de los puntos que separarían a Londres de Roma en aspectos religiosos.

El Rey le manifestó a sus asesores que necesitaba ayuda para resolver esta situación y muchos de ellos dieron ideas. Una de ellas era la de interpretar la constitución de Inglaterra a favor de la idea de la anulación del matrimonio. El racional era algo así como: i) la constitución es la carta máxima de Inglaterra. ii) la constitución dice que el Rey es la máxima autoridad de Inglaterra, iii) el Vaticano no puede estar por encima del Rey ni de la constitución. Solo bastaba pedir un concepto a una autoridad de credibilidad que avalara dicho racionamiento.

El Rey recurrió a Tomás Moro para obtener ese aval. Usó con Moro estrategias de persuasión, de amistad, de compra y nunca obtuvo ese aval. Por esta negativa lo mandó matar y después de muerto Moro, el Rey repetía que por lo que había hecho respetaba a Moro.

Moro perdió la vida, pero no perdió el respeto que el Rey le tenía a él.

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